Un día, sin darme cuenta, me convertí en peregrino. No por religión, no porque estuviera de moda, ni porque hubiera peregrinos en mi familia. Fue como si algo despertara en mí, algo que no puedo explicar. De repente, era un peregrino en el camino a Santiago de Compostela.
Nunca antes había peregrinado, y confieso que no siempre entendía los "sacrificios" que veía en Fátima y Lourdes. Pero comprendí que no necesito entenderlo todo. A veces, basta con respetar y aceptar.
A finales de 2005, mi ex suegra me contó sobre sus experiencias en el Camino de Santiago. En ese momento, no sabía por qué ni cómo, pero sentí profundamente que tenía que hacerlo. Comencé a informarme, y en mayo de 2007 me puse en camino por primera vez hacia Santiago. Fue una de las experiencias más transformadoras de mi vida.

Desde entonces, he caminado a Santiago de Compostela tantas veces que ya no puedo contarlas con los dedos de una mano. Se ha convertido en una experiencia de vida. El Camino de Santiago no es solo una ruta física, sino un viaje largo y profundo hacia mí mismo. No se trata de competir o llegar rápido, sino de encontrar tu propio ritmo, tu propio tiempo.
El Camino es más que religión, más que deporte, más que una moda. Es un viaje hacia nuestros valores, nuestras alegrías y sufrimientos, hacia todo lo que nos define. En este camino aprendí que "menos es más" y que "una tortuga conoce el camino mejor que una liebre". La primera vez, estaba tan enfocado en llegar rápido que me perdí lo esencial. Cometí errores que tuvieron consecuencias. Pero una de las lecciones más importantes que aprendí fue: El Camino no te da lo que quieres, sino lo que necesitas.
Ser peregrino significa renunciar a las comodidades de la vida cotidiana. Es exponerse al clima, llueva o haga sol, y ponerse las mismas botas cada día. Es llevar todo lo que necesitas para vivir en una mochila. Es cuidar de los demás y dejarse ayudar. Es sentirse feliz por tener una cama para descansar y un plato de comida caliente.
Ser peregrino es entender que se necesita muy poco para ser feliz. Es escuchar las historias de otros y compartir las propias. Es seguir adelante a pesar del dolor y no rendirse. Es contagiar risas y compartir tristezas. Es dejar atrás, poco a poco, el peso de la vida, volverse más ligero y llegar a Santiago con el alma purificada.
Ser peregrino es más de lo que las palabras pueden describir. Solo el corazón y el alma de quien ha caminado este camino pueden entender lo que realmente significa. Hoy, soy peregrino con todo mi corazón y toda mi alma, un peregrino de Santiago. Y conmigo, mi esperanza también se ha convertido en peregrina.
El Camino son las personas, los encuentros, las dificultades, los momentos, las bendiciones. En este camino aprendí: primero caminas con los pies, luego con la cabeza, pero la verdadera magia comienza cuando caminas con el corazón. Entonces, el peregrino se convierte en un narrador de historias.
En el Camino de Santiago me encontré a mí mismo y encontré mi paz interior. Crecí más allá de mis límites y sentí una profunda transformación. Estoy infinitamente agradecido por todo lo que el Camino me ha dado, especialmente por las personas que conocí y que se convirtieron en mi familia. Estoy agradecido por haber podido tocar la vida de los demás.

Y así, uno deja un legado, no solo en el Camino de Santiago, sino en el camino de la vida.
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